martes, 25 de marzo de 2014

Charles Dawson y El Hombre de Piltdown

En los albores del siglo XX, gran parte de la comunidad científica se afanaba en buscar el "eslabón perdido" que confirmara la teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin (1809-1882) en su aclamada obra "El origen de las especies", publicada en 1859. 

Casi 50 años después, en 1907, el hallazgo de una mandíbula que presentaba características de ambas especies en Alemania, no pareció satisfacer los requisitos necesarios para considerarse una prueba definitiva de la relación entre simios y humanos. Poco después, tuvo lugar uno de los fraudes científicos más recordados de la historia.

Corría el año 1908, cuando un abogado aficionado a la arqueología de nombre Charles Dawson (1864-1916) afincado en Hastings, en el condado de Sussex (Inglaterra), recibe varios fósiles encontrados en un yacimiento de grava en las cercanías de Piltdown. Esos fragmentos de hueso de aspecto curioso despertaron su interés de tal manera que, al poco tiempo, inició su propia excavación y consiguió la colaboración del responsable del Departamento de Geología del Museo Británico por aquel entonces, Arthur Smith Woodward.

En diciembre de 1912, juntos, dieron a conocer su impresionante descubrimiento en las instancias de Sociedad Geológica de Londres: el cráneo del Hombre de Piltdown o "Eoanthropus dawson". Este ser humano, de gran cerebro, simiesca mandíbula y con una edad estimada cercana al medio millón de años (Pleistoceno), fue proclamado como el ansiado "eslabón perdido". Algunos cuestionaron la validez de los argumentos expuestos (estaban en el mismo lugar, luego pertenecen al mismo cuerpo), pero finalmente la tesis defendida por Woodward se impuso y nada hacia presagiar el fatal desenlace de tamaño fraude.

Cuatro años más tarde, y tras desenterrar varios fósiles más, Dawson falleció, dejando a Woodward como principal defensor de su legado, el Hombre de Piltdown, frente a ciertas voces, pocas, que seguían clamando que las partes óseas encontradas eran demasiado distintas para pertenecer al mismo cráneo. Sospechosamente, tras la muerte de Dawson, dejaron de aparecer nuevos restos. Sin embargo, pareció pesar más el deseo de que Inglaterra fuera la cuna de la Humanidad.

Cuatro décadas después, ya con ambos descubridores fallecidos, se destapó el fraude. Nuevos hallazgos de esqueletos de especímenes de épocas similares, pusieron de manifiesto la "rareza" del Hombre de Pltdown. Finalmente, en 1953, un grupo de investigadores del Museo Británico (Kenneth Oakley, Wilfred Le Gros Clark, and Joseph Weiner) demostraron que era una falsificación formada por la calavera de un hombre de hace unos 50.000 años, la mandíbula y los dientes, limados y tratados químicamente para dar apariencia humana, de no más de unas décadas de antigüedad, de un simio, probablemente un orangután. Este "descubrimiento" supuso un retroceso de varias décadas en el pensamiento de la teoría evolucionista de Darwin, según los expertos. 

Faltaba conocer el nombre de su autor. Algunas teorías apuntaron, en su momento, a Sir Arthur Conan Doyle, que residía en las cercanías del yacimiento y, que como Dawson, era gran aficionado a la arqueología, y al jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que participó en las excavaciones, como artífices del engaño y fueron descartadas. Tampoco se consideró a Woodward como autor por mucho tiempo, dado que tenía una sólida reputación de persona honesta. A día de hoy, la culpa recae sobre Dawson como "padre" de la falsificación. Más aún, cuando en 2003 se publicaron los resultados de un estudio sobre su colección de antigüedades: al menos 38 especímenes son claras falsificaciones. 

A pesar de todo el daño causado a la ciencia por este "hallazgo", varios de sus participantes (Dawson no) recibieron el título de Sir como reconocimiento a su labor investigadora y sus aportes a la ciencia. 

Fuente: www.museumofhoaxes.com 


martes, 11 de marzo de 2014

El arte en las gráficas

Una gráfica tiene como propósito principal presentar visualmente los datos obtenidos en el estudio correspondiente, de manera que se facilite su comprensión. En realidad, estaríamos hablando de una buena gráfica, en este supuesto, y, como vamos a ver a continuación, no siempre es el caso.

En la siguiente gráfica, de tipo circular (pie chart), se recogen los perfiles de los encuestados de un cierto sondeo, según se desprende de su título, cuyo tema no nos interesa. Sin embargo, si nos fijamos en la leyenda, podremos ver algo realmente curioso. De acuerdo con esta, el 27,6% del total de los encuestados son mujeres (57) y el 18,9% son hombres (39). Sin necesidad de hacer la suma, podemos concluir que un alto porcentaje de los preguntados no pertenecen a la raza humana pero se pueden agrupar por franjas de edades. ¿Qué serán?


Por tanto, para conseguir una gráfica mínimamente legible es requerimiento indispensable que sea clara y coherente, no como en este caso

Actualmente, se está extendiendo el uso de un nuevo tipo de gráficas denominadas “infographics” (Information graphics), que a mi particularmente me parecen muy útiles porque permiten exponer mucha más información que una gráfica convencional, de manera compacta y creativa. Estudios en los medios de comunicación impresa informan que sus lectores visualizan las páginas que contienen infographics 30 veces más, de media, que las páginas basadas en texto. Algunos de estos infographics pueden ser verdaderas obras de arte. No es el caso del siguiente que nos presenta la historia del automóvil.



Desconozco si tendrán futuro en ciencia pero, desde mi punto de vista, sí que tienen una gran utilidad a la hora de proporcionar información de un vistazo.