En los albores del
siglo XX, gran parte de la comunidad científica se afanaba en buscar el
"eslabón perdido" que confirmara la teoría de la evolución propuesta
por Charles Darwin (1809-1882) en su aclamada obra "El origen de las
especies", publicada en 1859.
Casi 50 años después,
en 1907, el hallazgo de una mandíbula que presentaba características de ambas
especies en Alemania, no pareció satisfacer los requisitos necesarios para
considerarse una prueba definitiva de la relación entre simios y humanos. Poco después,
tuvo lugar uno de los fraudes científicos más recordados de la historia.
Corría el año 1908,
cuando un abogado aficionado a la arqueología de nombre Charles Dawson
(1864-1916) afincado en Hastings, en el condado de Sussex (Inglaterra), recibe
varios fósiles encontrados en un yacimiento de grava en las cercanías de
Piltdown. Esos fragmentos de hueso de aspecto curioso despertaron su interés de
tal manera que, al poco tiempo, inició su propia excavación y consiguió la
colaboración del responsable del Departamento de Geología del Museo Británico
por aquel entonces, Arthur Smith Woodward.
En diciembre de 1912,
juntos, dieron a conocer su impresionante descubrimiento en las instancias de
Sociedad Geológica de Londres: el cráneo del Hombre de Piltdown o "Eoanthropus dawson". Este ser humano, de gran
cerebro, simiesca mandíbula y con una edad estimada cercana al medio millón de
años (Pleistoceno), fue proclamado como el ansiado "eslabón perdido".
Algunos cuestionaron la validez de los argumentos expuestos (estaban en el
mismo lugar, luego pertenecen al mismo cuerpo), pero finalmente la tesis
defendida por Woodward se impuso y nada hacia presagiar el fatal desenlace de
tamaño fraude.
Cuatro
años más tarde, y tras desenterrar varios fósiles más, Dawson falleció, dejando
a Woodward como principal defensor de su legado, el Hombre de Piltdown, frente
a ciertas voces, pocas, que seguían clamando que las partes óseas encontradas
eran demasiado distintas para pertenecer al mismo cráneo. Sospechosamente, tras
la muerte de Dawson, dejaron de aparecer nuevos restos. Sin embargo, pareció
pesar más el deseo de que Inglaterra fuera la cuna de la Humanidad.
Cuatro
décadas después, ya con ambos descubridores fallecidos, se destapó el fraude.
Nuevos hallazgos de esqueletos de especímenes de épocas similares, pusieron de
manifiesto la "rareza" del Hombre de Pltdown. Finalmente, en 1953, un
grupo de investigadores del Museo Británico (Kenneth Oakley, Wilfred Le
Gros Clark, and Joseph Weiner) demostraron que era una falsificación
formada por la calavera de un hombre de hace unos 50.000 años, la mandíbula y
los dientes, limados y tratados químicamente para dar apariencia humana, de no
más de unas décadas de antigüedad, de un simio, probablemente un
orangután. Este "descubrimiento" supuso un retroceso de varias
décadas en el pensamiento de la teoría evolucionista de Darwin, según los
expertos.
Faltaba
conocer el nombre de su autor. Algunas teorías apuntaron, en su momento, a Sir
Arthur Conan Doyle, que residía en las cercanías del yacimiento y, que como
Dawson, era gran aficionado a la arqueología, y al jesuita Pierre Teilhard de
Chardin, que participó en las excavaciones, como artífices del engaño y fueron
descartadas. Tampoco se consideró a Woodward como autor por mucho tiempo, dado
que tenía una sólida reputación de persona honesta. A día de hoy, la culpa
recae sobre Dawson como "padre" de la falsificación. Más aún,
cuando en 2003 se publicaron los resultados de un estudio sobre su colección de
antigüedades: al menos 38 especímenes son claras falsificaciones.
A
pesar de todo el daño causado a la ciencia por este "hallazgo",
varios de sus participantes (Dawson no) recibieron el título de Sir como
reconocimiento a su labor investigadora y sus aportes a la ciencia.
Fuente:
www.museumofhoaxes.com